Jueves 25 de Abril de 2024

DEPORTES

5 de noviembre de 2016

Julio Velasco Iremos por todo !!!

Entrenador del seleccionado argentino de vóley, dio su parecer sobre el deporte, el éxito, el fracaso y su fanatismo por Estudiantes.
Reportaje de Diario Hoy de La Plata

Estudiante de Filosofía y Educación Física; presidente del Centro de Estudiantes y militante en su pasado en la UNLP; perseguido por la dictadura militar; hombre de Universitario en su inicio deportivo; ícono revolucionario del vóley italiano y europeo; dueño de un inmejorable presente en el seleccionado argentino; consejero, ni más ni menos, que de Pep Guardiola. En definitiva, uno de los hombres más importantes en el mundo del deporte. Se trata de Julio Velasco.

Actualmente, vive en una posición de privilegio, con 14 medallas de oro en su carrera: ganó dos Copas del Mundo, tres Europeos, dos Asiáticos, seis Ligas Mundiales y un Panamericano. Inmenso palmarés el del platense, que se prestó a charlar con Hoy desde su hogar en Bologna, para hacer un repaso desde sus comienzos hasta este increíble presente.

 

—¿Cómo comenzó la vida del Velasco deportista?

—Yo era un chico común que vivía jugando a la pelota con mis amigos en la plaza de 13 y 40, en el Colegio Nacional, como también en la Escuela Anexa, y hasta llegué a integrar la Prenovena de Estudiantes. Después, a medida que fui creciendo, me empecé a dar cuenta de que no tenía muchas posibilidades en el fútbol y terminé abandonando la actividad.

 

—¿A partir de allí te volcaste definitivamente al vóley?

—En realidad empecé a deambular por varios deportes (natación, rugby en Los Tilos) hasta que a los 14 años llegué al Club Universitario con mi hermano, del cual ya éramos socios. Allí conocí a mi primer entrenador, Jorge Taboada, quien debía conformar un equipo de juveniles obligatoriamente, ya que la Asociación Metropolitana de Vóley les pedía a los clubes tener un equipo de juveniles que participara del certamen. Entonces comenzó mi pasión absoluta por este deporte y logramos grandes campeonatos nacionales con esa categoría: hasta le ganamos al equipo de mayores en un amistoso (risas).

 

—Tuviste un momento en tu vida en el que, por cuestiones extradeportivas, abandonaste la actividad…

—Claro. Cuando yo llegué a la Universidad, Jorge Taboada se tuvo que ir a Rosario por unas actividades relacionadas a su profesión; por eso, a veces estaba y a veces no. Entonces,  a partir de allí, se fue desmembrando un poco todo. Y yo, al ingresar a la facultad, lo que significó un cambio importante en mi vida, sumado a que participaba del Centro de Estudiantes, tenía la cabeza en cualquier parte. Al año siguiente, después de actuar en Primera, dejé de jugar y lo volví a hacer tres años después, pero en Estudiantes, aunque no fue lo mismo, ya que había perdido un poco el tren.

—¿Fuiste preceptor y empleado de limpieza antes de ser entrenador?

—En el año 1974 yo trabajaba como preceptor en el Colegio Nacional, y lo hacía desde 1971, hasta que el ministro de Educación de ese entonces puso a su gente de Salud en nuestro puesto, y nos echaron a todos. Por consiguiente, me quedé sin laburo. Igualmente, había que seguir trabajando y me metí en una empresa de limpieza. Me acuerdo que limpiábamos el banco de calle 8. Durante ese período, hice un curso de entrenador que tuvo a varios disertantes importantes, entre ellos Rafa Lozano, muy reconocido en la ciudad. Después, en 1976, me ofrecieron un club, Defensores de Banfield, gracias a una gestión de Taboada. Fui a entrenar a la categoría cuarta de ascenso y comenzó mi carrera. Después lo hice en GEBA y  al año siguiente empecé a estudiar Educación Física, porque vi que el trabajo venía por ahí, iba de la mano con el vóley, me gustaba, así empecé a profesionalizarme.

—¿Hubo un antes y un después de los Juegos Olímpicos con el seleccionado?

—No creo. Se trata de un proceso que viene desde hace mucho, con idas y venidas, buenos y malos momentos. Siempre lo dije cuando estaba en Italia y me entrevistaban: el vóley argentino es un milagro, porque soportó las crisis del país, la división de la Federación propia y la suspensión de la Federación Internacional. Pese a todo eso,  siguió creciendo: hubo trabajo con los chicos, mejoró el campeonato, se creó la Liga. El crecimiento viene desde hace tiempo. En ese proceso me tocó a mí ser protagonista, y cada uno que estuvo al frente aportó sus ganas para vivir esto que estamos viviendo.

—¿Influye en tu continuidad la seriedad y el compromiso por parte de los dirigentes?

—Sí, totalmente. Además tengo un deseo de estar más tiempo en el país, que me encanta, y por supuesto pretendo aportarle al vóley argentino toda mi experiencia, en pos de seguir avanzando.

 

—¿Qué pensás que falta para ser potencia?

—Creo que Argentina debe elevar su nivel de juego en todos los aspectos. Sin embargo, en un ámbito en el que estamos desparejos respecto a otros países es en la estatura, aunque no es algo que torne imposible concretar un objetivo. De hecho, el básquet llegó a ser campeón olímpico. Se puede lograr dar el salto, pero todo lo demás debe estar al máximo nivel: lo técnico, táctico y físico. Debemos apuntar mucho a la calidad. Como les digo a mis colaboradores, pareciera que estamos esperando al mesías, que van a llegar tres jugadores de 2.05 metros que salten increíblemente. No pasa por ahí; tenemos que tratar de progresar con nuestras características. Las cosas que no tenemos hay que construirlas, para poder llegar a la máxima expresión de nuestras posibilidades.

 

—¿Qué opinión tenés sobre la vida, el deporte, el éxito y el fracaso, en un país tan exitista y resultadista?

—El exitismo y el resultadismo están en todos lados, en algunos más y en otros menos, pero no está mal eso. Aunque en la Argentina se comete un error: yo bromeo siembre, como que en el país nos creemos los elegidos, tenemos que ganar porque somos Argentina, y no está escrito en ningún lado, hay que ganárselo día a día. Los españoles y holandeses también son hábiles y cuesta trabajo jugar mejor que ellos. ¿O Iniesta no es hábil y solo es Messi el que se destaca?

—¿Fuiste consejero de Pep Guardiola?

—Yo no fui consejero de Guardiola, no me quiero agrandar (risas). Simplemente que en su época de jugador me quiso conocer, como a otros entrenadores. Fuimos a cenar y charlamos de todo, me preguntó varias cosas, lo que demuestra la clase de persona que es. Pocos jugadores, en su etapa como futbolistas, se preocupan por aprender. Por lo general, lo hacen una vez que terminan, pero él evidentemente ya era distinto. Años después, cuando me lo encontré en España, fue al revés: le pregunté cosas yo. Son muy ricos esos intercambios, en Argentina se da mucho.

 

—¿Seguiste a distancia el ascenso de la U?

—Estuve al tanto porque lo leí por internet. Para mí es una alegría inmensa. Cuando regrese a la Argentina, voy a tratar de acercarme al club, porque la U me vio nacer, donde aprendí a jugar al vóley. Tengo un gran afecto también por Estudiantes, porque soy hincha, fui a la primera colonia de vacaciones que hubo también. El otro es Ferro, porque fue importante en mi carrera profesional como entrenador. 

 

—¿Qué le depara al seleccionado para el futuro?

—Tenemos la World League y la idea es mejorar lo que hicimos el año pasado. El gran objetivo es meternos en ese grupo selecto de ocho equipos de manera estable. Después se encuentra el Sudamericano, el cual nunca pudimos ganar, ya que Brasil fue la máxima figura. Iremos por todo.

 

El fanatismo por Estudiantes y su relación con Verón

“A Sebastián me lo encontré en un congreso que organiza la Asociación de Qatar en Europa, y hace dos años en París, donde diserté. Después habló él y no pude ir por estar ligado al seleccionado. Este año nos volvimos a encontrar y estuvo Bielsa también. Seba me trajo algunos regalitos vinculados al Pincha realmente extraordinarios: una bufanda, una camiseta de él, el libro que hicieron para el aniversario y una botella de vino de Estudiantes, que la voy a llevar a la casa de mi hermano para recordar momentos juntos en la cancha, ya que solo no me la puedo tomar (risas)”.

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